Cadenas diarias de oración y un improvisado culto evangélico celebrado en medio de las desérticas dunas de Copiapó esta pasada semana, en las laderas de la mina San José (Chile), donde se encuentran atrapados 33 mineros desde hace más de dos semanas.
Sea coincidencia o no, el hecho es que los 33 mineros están vivos “gracias a Dios” dice una inesperada misiva suya, aunque permanecen atrapados en el interior de la mina. La comunidad cristiana de todo Chile, y especialmente de la zona se siente extremadamente sensible a la tragedia. Tanto que de las ciudades cercanas muchos se decidieron a salir a la calle con sus instrumentos musicales a cuestas, para pedirle a Dios con oraciones y cánticos que ayudase a los trabajadores. “Somos ochenta personas que recibimos el llamado del Señor para orar por los hombres atrapados, venimos de La Serena, Coquimbo, Vallenar y Copiapó. Todos de diferentes iglesias cristianas (evangélicas), pero unidos por la fe para llevarle esperanza a las familias de los mineros”, cuenta el pastor de la iglesia Metodista Pentecostal, Rafael General.
Es más, estos hombres y mujeres estuvieron por más de una hora bajo el sol orando en medio del desierto para que esta tragedia tenga un buen término, algo que piensan repetir en el futuro. “Queremos motivar a la gente, independientemente de sus creencias religiosas, para que oren para que los mineros estén vivos, todo Chile puede ayudar de esta manera”, aseguró el pastor.
TRABAJOS DE RESCATE
Fue Eduardo, uno de los trabajadores que apoyaba las labores de perforación, quien desoyó las órdenes oficiales de mantener silencio y bajó tropezando por una zanja para traer una noticia increíble desde la boca del túnel.
“Un papel”, alcanzó a susurrar. “Todos bien en el refugio”, tartamudeó. “Nos vamos a jugar todo por ellos”, dijo, y su cuerpo quedó atrapado por los empujones de las mujeres desesperadas, y sus palabras cubiertas por los aullidos de júbilo.
“Gloria a Dios”, gritó una de ellas, y el rumor corrió de carpa en carpa desatando la euforia en la ladera de la mina, en el campamento que montó el gobierno cinco días después de la tragedia y al que no se permite el acceso a la prensa.
“Lo dijo el minero, el minero no te va a mentir”, repetía María Segovia ante los incrédulos periodistas que esperaban la versión oficial de las seis de la tarde. Las familias volvían a creer en un final feliz para el derrumbe en la cuestionada mina San José, que ya había sufrido otros accidentes e incluso había sido clausurada.
Fue Eduardo, uno de los trabajadores que apoyaba las labores de perforación, quien bajó tropezando por una zanja para traer una noticia increíble desde la boca del túnel. “Un papel”, alcanzó a susurrar. “Todos bien en el refugio”, tartamudeó. “Nos vamos a jugar todo por ellos”, dijo, y su cuerpo quedó atrapado por los empujones de las mujeres desesperadas, y sus palabras cubiertas por los aullidos de júbilo.
“Gloria a Dios”, gritó una de ellas, y el rumor corrió de carpa en carpa desatando la euforia en la ladera de la mina, en el campamento que montó el gobierno cinco días después de la tragedia y al que no se permite el acceso a la prensa.
“Lo dijo el minero, el minero no te va a mentir”, repetía María Segovia ante los incrédulos periodistas que esperaban la versión oficial de las seis de la tarde. Las familias volvían a creer en un final feliz para el derrumbe en la cuestionada mina San José, que ya había sufrido otros accidentes e incluso había sido clausurada.
”ESTOY BIEN GRACIAS A DIOS”
“Querida Lila, estoy bien gracias a Dios. Esperamos salir pronto. Paciencia, Dios es grande, vamos a salir”. Con estas palabras comienza la carta que envió a su mujer Mario Gómez, uno de los 33 mineros atrapados desde el 5 de agosto. La pegó, metida en una bolsita de plástico, al martillo de la sonda que perforó la mina San José y llegó hasta el refugio donde los mineros están atrapados, pero felizmente vivos.
La misiva de Gómez, la que devolvió la fe perdida a los cerca de 400 familiares instalados desde hace 17 días en el Campamento Esperanza, en Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago. Gómez, de 63 años, es el minero de mayor experiencia en la mina. La esposa, contó que su marido tenía mucha experiencia porque “había trabajado brutalmente” no sólo en esa mina, y sabía soportar condiciones adversas y duras, por lo que no le extrañaba que haya sido el pilar del grupo de atrapados.
“Es muy emocionante que sean tan fuertes para sobrevivir 17 días. Yo tengo ahí a mi hermano Carlos, de 23 años, y vine de Cochabamba apenas llegó la noticia del accidente”, contó el boliviano Luis Mamani. “Esto era como una aguja en un pajar”, agregó el hermano del único minero no chileno atrapado en la mina San José. “Toda la familia de Copiapó está celebrando, estábamos esperando esta noticia”, decían por su parte los familiares del ex futbolista Franklin Lobos.
Al caer la tarde, en el Campamento la Esperanza se realizaba una cadena de oración, como todas las noches. Pero esta vez con llantos de alegría y gratitud, esperando ver las imágenes que las cámaras trajeron de las profundidades de la mina. Los trabajos de rescate, podrían llevar hasta cuatro meses.
Es más, estos hombres y mujeres estuvieron por más de una hora bajo el sol orando en medio del desierto para que esta tragedia tenga un buen término, algo que piensan repetir en el futuro. “Queremos motivar a la gente, independientemente de sus creencias religiosas, para que oren para que los mineros estén vivos, todo Chile puede ayudar de esta manera”, aseguró el pastor.
TRABAJOS DE RESCATE
Fue Eduardo, uno de los trabajadores que apoyaba las labores de perforación, quien desoyó las órdenes oficiales de mantener silencio y bajó tropezando por una zanja para traer una noticia increíble desde la boca del túnel.
“Un papel”, alcanzó a susurrar. “Todos bien en el refugio”, tartamudeó. “Nos vamos a jugar todo por ellos”, dijo, y su cuerpo quedó atrapado por los empujones de las mujeres desesperadas, y sus palabras cubiertas por los aullidos de júbilo.
“Gloria a Dios”, gritó una de ellas, y el rumor corrió de carpa en carpa desatando la euforia en la ladera de la mina, en el campamento que montó el gobierno cinco días después de la tragedia y al que no se permite el acceso a la prensa.
“Lo dijo el minero, el minero no te va a mentir”, repetía María Segovia ante los incrédulos periodistas que esperaban la versión oficial de las seis de la tarde. Las familias volvían a creer en un final feliz para el derrumbe en la cuestionada mina San José, que ya había sufrido otros accidentes e incluso había sido clausurada.
Fue Eduardo, uno de los trabajadores que apoyaba las labores de perforación, quien bajó tropezando por una zanja para traer una noticia increíble desde la boca del túnel. “Un papel”, alcanzó a susurrar. “Todos bien en el refugio”, tartamudeó. “Nos vamos a jugar todo por ellos”, dijo, y su cuerpo quedó atrapado por los empujones de las mujeres desesperadas, y sus palabras cubiertas por los aullidos de júbilo.
“Gloria a Dios”, gritó una de ellas, y el rumor corrió de carpa en carpa desatando la euforia en la ladera de la mina, en el campamento que montó el gobierno cinco días después de la tragedia y al que no se permite el acceso a la prensa.
“Lo dijo el minero, el minero no te va a mentir”, repetía María Segovia ante los incrédulos periodistas que esperaban la versión oficial de las seis de la tarde. Las familias volvían a creer en un final feliz para el derrumbe en la cuestionada mina San José, que ya había sufrido otros accidentes e incluso había sido clausurada.
”ESTOY BIEN GRACIAS A DIOS”
“Querida Lila, estoy bien gracias a Dios. Esperamos salir pronto. Paciencia, Dios es grande, vamos a salir”. Con estas palabras comienza la carta que envió a su mujer Mario Gómez, uno de los 33 mineros atrapados desde el 5 de agosto. La pegó, metida en una bolsita de plástico, al martillo de la sonda que perforó la mina San José y llegó hasta el refugio donde los mineros están atrapados, pero felizmente vivos.
La misiva de Gómez, la que devolvió la fe perdida a los cerca de 400 familiares instalados desde hace 17 días en el Campamento Esperanza, en Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago. Gómez, de 63 años, es el minero de mayor experiencia en la mina. La esposa, contó que su marido tenía mucha experiencia porque “había trabajado brutalmente” no sólo en esa mina, y sabía soportar condiciones adversas y duras, por lo que no le extrañaba que haya sido el pilar del grupo de atrapados.
“Es muy emocionante que sean tan fuertes para sobrevivir 17 días. Yo tengo ahí a mi hermano Carlos, de 23 años, y vine de Cochabamba apenas llegó la noticia del accidente”, contó el boliviano Luis Mamani. “Esto era como una aguja en un pajar”, agregó el hermano del único minero no chileno atrapado en la mina San José. “Toda la familia de Copiapó está celebrando, estábamos esperando esta noticia”, decían por su parte los familiares del ex futbolista Franklin Lobos.
Al caer la tarde, en el Campamento la Esperanza se realizaba una cadena de oración, como todas las noches. Pero esta vez con llantos de alegría y gratitud, esperando ver las imágenes que las cámaras trajeron de las profundidades de la mina. Los trabajos de rescate, podrían llevar hasta cuatro meses.
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