sábado, 16 de octubre de 2010

El Siervo que hace su Labor - Escritos Cristianos

El siervo que hace su labor muchas veces no conoce la verdadera trascendencia de su trabajo en las manos de su Señor

escribiendo 
Habida cuenta de que es la Escritura la inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16), y lo que nosotros escribimos son consideraciones personales sobre lo que ya está escrito, cada vez que me encuentro frente a la pantalla de mi computadora para escribir, cada devocional es una página completamente en blanco. “¿Señor, qué les digo a los hermanos? Que estas palabras sean de bendición para muchos” es mi oración.
Así como el labrador trabaja pacientemente la tierra a los efectos de dejarla en condiciones óptimas para que ésta pueda recibir la semilla y dé sus frutos, nuestra labor en las manos del Señor, es la de ser labradores de almas. Con las palabras, de la mano de nuestro Señor llegamos a los corazones de las personas que nos leen, preparamos sus almas para recibir la Semilla de Vida, que es Su Palabra y para que ésta rinda frutos en sus vidas.
Como el viento lleva una semilla lejos del árbol de origen, sin que éste sepa hacia dónde va, así de la mano del dulce Espíritu de Dios nuestros escritos “vuelan” lejos de nosotros sin que sepamos hacia dónde van, ni en qué corazón se van a quedar. Rara vez podemos apreciar los verdaderos alcances de nuestro trabajo. ¡Y qué bueno que sea así! Porque ese es justamente el trabajo de Nuestro Señor, no el nuestro. Nuestra labor, como escritores cristianos es, después de: “Señor… ¿qué les digo a los hermanos?” depositar humildemente en sus manos las palabras que surgen de la reflexión y de lo profundo del corazón, tal como aquél chiquillo tuvo a bien dejar en las manos del Señor tan sólo cinco panes y dos peces para que alimentaran a miles.
Es por ello que cada vez que leo los comentarios que los lectores hacen sobre nuestro trabajo, puedo decir con gozo y gran emoción: “Señor, gracias. Esa palabra de alabanza de la hermana en Bolivia, es tuya, te pertenece. Ese hermano de Guatemala, que se sintió confortado por estar en una crisis sin saber qué hacer con ella, también esas palabras de agradecimiento son tuyas, Señor, a tí te las entrego ahora… y ese otro hermano que dio las gracias por las palabras de aliento… esas gracias también son tuyas, Señor…te pertenecen…”
Amada/o: si algo bueno has podido apreciar a través de las palabras de estos siervos, eso sin duda alguna, se lo debes al Señor y nada más que al Señor. Te lo ha mostrado Él. Él lo hizo. ¡Gloria a Dios! A veces he enviado un escrito convencido de que no ha sido justamente “mi más logrado trabajo” sin embargo, una vez más el Señor me ha sorprendido al comprobar con asombro cómo ha tocado el corazón de alguien en alguna lejana región del mundo.

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”.

2 Timoteo 2:15 (RVR60)

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