Un Mensaje a la Conciencia
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«... Fidel Murillo... se unió a nuestro grupo en los Llanos de Río Grande.... El hombre venía con una fama de ladrón, salteador de caminos y haciendas, incluso se rumoraba que debía ya varias vidas. Al parecer, andaba huyendo de la columna que comandaba el Coronel Sotomayor, quien tenía orden de capturarlo. »Este Coronel Sotomayor fue el que había tratado de apresarme; y al no dar conmigo mandó a quemar mis ranchos en El Cacao, y guindar por los cabellos a mi viejita, tal como también había hecho con la madre de Murillo.... »El Capitán Sotomayor, a cargo de treinta hombres, tiene la misión de capturar[me] a [mí,] Victoriano Lorenzo, indio montaraz que anda alzado por las montañas de Penonomé... y su cholada.... Según informes fidedignos, no son muchos y andan mal armados, por lo que será fácil someterlos. »A eso de las cuatro de la tarde de ese mismo día, nos dio alcance la “Columna Campo Serrano”, comandada por el Coronel Sotomayor, y ahí mismo, en los Llanos de Río Grande, trabamos combate.... Un fuego nutrido, intenso, empezó a salir de ambos bandos, causando bajas y heridos de lado y lado.... Uno de los tiros dio directamente en el ojo izquierdo del Coronel Sotomayor, quien cayó muerto al instante, produciendo la rendición total de la tropa enemiga. »Una vez que llegamos hasta donde estaban los veinte soldados con las manos en alto (algunos agitaban pañuelitos blancos), Fidel Murillo se adelantó con un machete y de un tajo le cortó la cabeza al Coronel Sotomayor. »Enseguida di orden de que se le pusiera bajo arresto, por irrespeto al cadáver de un militar caído en combate.... »Finalmente decidí soltar a Murillo, después de hacerle dar unos azotes y advertirle que no volviera a decir que pertenecía a mi ejército o que actuaba en su nombre. »Él siguió cometiendo sus fechorías, cada vez más graves.... Por el General Heliodoro Vernaza me enteré [de] la última «hazaña» del malhechor...: »“[Abusó] carnalmente de una niña, sobrina mía, General Lorenzo —declaró Vernaza—, y yo le pido encarecidamente que se le dé a este forajido el castigo que se merece. De no ser así, no sé con qué cara voy a presentarme ante mi familia, principalmente mi pobre hermana, quienes esperan que el Ejército de la Revolución, bajo cuyo nombre se ampara este sinvergüenza, le dé un castigo ejemplar.” »—No se preocupe, General Vernaza, enseguida reuniremos al Estado Mayor, para considerar la denuncia presentada por usted.... »La decisión del Estado Mayor, y no mía... fue la de fusilar a Fidel Murillo, allí mismo, en la Plaza Pública de Santa Fe... a las cinco de la tarde.»1 En medio de la injusticia de haber sido acusado el General Victoriano Lorenzo del homicidio de Fidel Murillo, en este cuento histórico escrito por el profesor panameño Juan Antonio Gómez, en su obra titulada Del tiempo y la memoria, sobresale la justicia pronta y severa que se hace en el caso de una niña víctima de abuso sexual. Menos mal que, si bien la justicia actual suele ser muy lenta y tolerante comparada con aquella de hace ya más de un siglo, Dios hará justicia en el juicio final. Pues Jesucristo mismo advirtió que al que hace tropezar siquiera a un solo niño, «más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello».2 | |||||||||
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