martes, 23 de noviembre de 2010

Reflexión - Hablando el mismo lenguaje con Dios

HABLANDO EL MISMO LENGUAJE CON DIOS

 
Recibí una palabra de parte de Dios increíble que ha tocado mi corazón y quiero compartirla contigo:
La viuda de Sarepta cuando alimentó al profeta Elías, en el primer libro de reyes capitulo diecisiete, recibe una palabra de provisión: que al darle de comer al profeta no cesaría el aceite y la harina, pues ella creyó a lo que Dios había hablado a su vida en ese momento, pero antes de eso ella había declarado una palabra de maldición para su hijo: “y ahora recogía leña para entrar y prepararlo para mi y para mi hijo y luego dejarnos morir”.
Palabras grandes de una madre que ya no tenía otra opción, la bendición no había llegado a su vida y la salida mas practica era darse por vencida, hasta que hubo una intervención divina para la vida de esta mujer y su hijo.
Al llegar la palabra de Dios a través del profeta esta la creyó a tal grado que el aceite y la harina no dejaron de fluir sino hasta que la palabra del profeta dejó de ser creída.
Lo impactante del caso es que la Biblia no narra que la viuda halla declarado una palabra de vida durante la bendición de Jehová (recordemos que había declarado palabras de muerte para ella y para su hijo) y mas adelante del texto narra que el hijo de esta viuda muere.
¿Por qué murió? Porque la viuda no proclamó una palabra de liberación para su hijo y lo mas importante porque ella dejó de hablar el mismo lenguaje que Dios habló a su vida.
Cesó la harina y el aceite porque esta mujer dejó de creerle a Dios las palabras de provisión que había desatado a través de Elías, ella necesitaba que el profeta estuviese ahí para creer y proclamarse en bendición.
Cuántos de nosotros llegamos a nuestras iglesias y el Señor mismo tiene una palabra de bendición para nosotros y la creemos y vemos como Dios obra poco a poco en esa petición que tenemos delante de Él, pero de repente “la harina y el aceite” cesan porque dejamos de hablar el mismo lenguaje con Dios, dejamos de declaran palabras de bendición sobre nuestras vidas y la de nuestras familias, dejamos de creer que Dios lo puede hacer.
Cuántos de nosotros hemos salido de nuestras iglesias con una palabra de Dios que llenó nuestras vidas de fortaleza y ánimo pero a la vuelta de la esquina estamos nuevamente preocupados y desesperados que no encontramos la solución a nuestros problemas.
¿Qué fue lo que pasó? Dejamos de hablar el mismo lenguaje con Dios, dejamos de proclamarnos en victoria sobre esa situación que nosotros no podemos solucionar pero que si confiamos y creemos en Él las cosas pueden cambiar de un momento a otro.
Lo importante es que no nos pase al igual que la viuda, que necesitaba que el profeta estuviera presente para creer y proclamarse en victoria, tu y yo no debemos de hablar el mismo lenguaje de Dios solamente cuando estamos “ungidos” en la iglesia y decir: “hoy me declaro en vitoria” y al salir volvemos a dudar de lo que Dios está obrando en tu vida, a eso es a lo que le llamo dejar de hablar el mismo lenguaje de Dios.
De que sirve que el lenguaje de Dios sea de bendición para tu vida, de grandes promesas para ti y que tú solamente lo creas cuando Dios te lo esta diciendo en tu cara pero que al salir de la reunión de la iglesia vuelvas a hablar el lenguaje de pobreza, de deuda, de desanimo, de angustia, de aún peor: no creas que Dios te quiere bendecir y continúes como antes de que Dios te hable.
No esperes que Dios habrá los cielos y te hable audiblemente, que bien puede hacerlo, pero cuando te hablo de que Dios tiene un lenguaje, es porque Él te habla de diferentes formas, principalmente a través de la palabra que le ha puesto a tus pastores y lideres de la iglesia.
Recuerda el lenguaje de Dios es de bendición, dice la Biblia que Él tiene planes de bien y no de mal para ti, solamente debemos de permitir que esos planes puedan ser reales en nuestras vidas y confiar plenamente en ello aunque hoy por hoy no veamos mas que “un poco de harina y una tinaja de aceite”.

Cree solamente, porque al que cree todo le es posible y no dejes de hablar el mismo lenguaje con Dios, un lenguaje de bendición para ti y toda tu familia.

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