A solas estoy contigo en esa comunión que tienen los buenos amigos. Me acerco con confianza porque sé que eres mi gran confidente. Yo puedo contarte mis sueños e ilusiones, pero también mis tristezas y preocupaciones.
Mi Jesús, tú estás atento a todo cuanto te digo. Mi alma siente contentamiento por esa relación tan estrecha contigo. Si me caigo me levantas, si me deprimo me reconfortas y animas. Me arreglas el corazón cuando por una u otra razón lo siento destrozado.
Señor, tú eres lo mejor. Siempre anhelas que nos acerquemos a ti. Desde el principio has querido que establezcamos vínculos de amor y confianza contigo. Acudo a ti porque sé que eres la fuente de donde provienen la fuerza y la vida eterna. Ese tiempo preciado contigo rescata y refresca mi ser.
Porque aún cuando de mis labios no sale una palabra, tú, muy atento interpretas el silencio que esconde mi interior y que no sabe cómo expresar eso que siente en esos momentos. Y cuando mi boca si logra pronunciar lo que yo siento, recibo de ti esperanza, sosiego y plenitud de tú gloria.
No quiero ir a ninguna parte si tú presencia no me acompaña. No hay lugar por más bello que parezca donde me encuentre mejor que cobijada bajo el amparo de tu gracia. Cada vez que voy en oración me encuentro contigo, te estoy visitando. Y tú como buen anfitrión me llenas de ese refrigerio espiritual, me haces sentir en casa y yo recibo lo que necesito para poder continuar hasta que al fin un día yo logre verte frente a frente y ya nunca más dejaré de sonreír.
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