miércoles, 28 de julio de 2010

Ya entendí por qué nos dan ganas de abandonar el ministerio

A todos nos ha pasado, ¿no es cierto?  El pensamiento de irnos (de largarnos) nos ha cruzado por la mente más de alguna vez.  En cierto sentido, es normal, porque es verdad que el ministerio puede ser agotador, desgastante, difícil, doloroso, frustrante.  Sin embargo, quiero animarte a considerar una razón superior que puede ayudarte la próxima vez que te veas a punto de tirar la toalla.
En II Corintios conocemos de manera muy personal al apóstol Pablo. Contra los falsos maestros que buscaban desacreditarlo, él defiende su ministerio, y abre con mucha franqueza su corazón ante la iglesia que tanto amaba (iglesia que él mismo fundó).  Y en ese diálogo, aprendemos qué se siente estar en el ministerio de Pablo.
Busca en tu Biblia los siguientes pasajes para descubrir las circunstancias adversas que enfrentaba el apóstol: 1:4 (tribulaciones); 1:5,6 (aflicciones); 1:8 (tribulación, pérdida de esperanza de conservar la vida); 1:9 (sentencia de muerte); 2:1 (tristeza); 2:4 (mucha tribulación y angustia, lágrimas); 2:13 (sin  reposo en su  espíritu); 4:8 (atribulados en todo, en apuros); 4:15 (padecimientos); 4:16 (hombre exterior desgastándose); 5:4 (gemidos con angustia).  ¿Qué te parece la lista?  ¿Alguna vez te has visto en circunstancias similares?
Para rematar con broche de oro, te invito a leer dos relatos más: 6:4,5,9,10 y  11:23-28.  ¡Estas son adversidades al extremo!
Posiblemente nuestros problemas en el ministerio no se comparan a las aflicciones de Pablo.  Sé que muchos líderes juveniles enfrentan la falta de apoyo por parte de sus pastores o de los padres de familia; luchamos con crisis financieras, tensiones sentimentales, problemas familiares, y la lista podría seguir.  Nos desanimamos, nos desgastamos.  Lloramos y nos angustiamos.
Pero quizás podamos identificarnos con Pablo y aprender de su motivación para no claudicar en el ministerio.
¿Qué era lo que impulsaba a ese hombre a seguir a pesar de todo lo que le rodeaba en su contra?  ¿Por qué no perdió la visión?  ¿Por qué no sucumbió en depresión?  ¿Por qué hace lo que hace?
Al seguir leyendo II Corintios llegué al capítulo 5, donde creo Pablo responde la pregunta.  Con mucha firmeza y convicción, él declara que su motivación no se encuentra en las circunstancias externas, ni siquiera en su propia personalidad, carisma o habilidades.  Con mucha humildad (hablando en plural cuando realmente está refiriéndose a él mismo), el apóstol declara: “porque el amor de Cristo nos constriñe” (5:14).
¡Allí está la clave!  La motivación de Pablo brota desde lo más profundo de su interior.  Es una convicción que lo controla hacia la acción, no le deja otra alternativa.  ¡Se siente impulsado a responder al amor de Cristo!
“Cristo me ama” es la razón por la cual Pablo hace lo que hace.
No es “Cristo te amo”.  No es algo que brota desde nuestra fragilidad.  Es “Cristo me ama”.  Es algo que se fundamenta en el llamado, la elección, el sacrificio, el amor de Cristo.  ¡Eso sí es poderoso!
La próxima vez que se te acabe el entusiasmo, que las cosas no salgan bien, o cuando nadie te agradezca, o si te quitan del puesto, no dejes que tu ministerio se derrumbe.  Asegúrate que no sean recompensas o logros externos (circunstanciales, temporales, frágiles) los que dirijan tu llamado. Que sea más bien una persona, y su amor por ti.
Fuente | El Bunker

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