martes, 20 de julio de 2010

Un Testimonio de FE y Aliento

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Al Dios que le servimos es tan real que puedo testificar de sus grandezas. No tan solo porque lo he visto glorificarse en mi vida, sino que también en la de mucha gente que me rodea. Hace algunos años una de mis amigas más cercanas lloraba desconsolada. En ese momento parecía que nada resultaba bien en su vida. Pasaba por un proceso de enfermedad y de esos problemas y dificultades que nunca faltan. No sentía esperanzas de encontrar al hombre de su vida para así poder ver realizado el sueño de tener su propia familia.
El ambiente parecía pronosticar la desdicha, el panorama no era alentador, no se veían esperanzas de que algo cambiaría. Ella ni siquiera tenía la certeza de que cuando se casara, si encontraba a ese hombre que la complementara, podría tener hijos. Ella lloraba y daba gritos, porque no lograba entender las razones y el por qué de muchas cosas que estaba viviendo en ese momento.
Pero después de la noche viene al día la alegría del Señor. Después de la tormenta viene la calma. Luego de algunos tres años aproximadamente, en un cambio de ambiente y de mudanza por su trabajo, conoció a un hombre que la cautivó. Les puedo relatar que hoy llevan dos años de casados y unos meses. Dentro de un mes mi gran amiga dará a luz un hijo varón. Todos estamos esperando su llegada ansiosamente.
Tal pareciera que tantas noches de tristeza e insomnio, valieron la pena con esos buenos resultados que está teniendo ahora. Estoy segura de que eso es un premio a su fidelidad. Los hijos de Dios no serán avergonzados, aunque muchas veces parezca larga la espera, Dios actuará en el momento más inesperado y de manera sorprendente.
Cada vez que puedo compartir con mi amiga y veo el brillo de sus ojos, siento una inmensa alegría porque soy testigo y he presenciado muchas de las cosas maravillosas que Dios ha hecho en su vida.
Personalmente, puedo decirles que yo también espero ver el cumplimiento del Señor en muchas áreas de mi vida. Y porque soy humana y lo he experimentado, sé lo difícil que puede ser el proceso mientras esperamos. Pero te animo a que no dañes los planes de Dios metiendo tus manos en los asuntos en que él solo puede intervenir. Deja que él obre, porque él nunca se equivoca y lo hace todo hermoso en su tiempo.
Nuestro tiempo y reloj no siempre funcionan al mismo compás que el de Dios. Pero nuestras vidas están en sus manos y él conoce los deseos de nuestros corazones.

¡No te agobies ni te desanimes! Estoy segura de que la respuesta para muchos de ustedes ya viene en camino.

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