Muerte del Yo para Resurrección Gloriosa
Hay momentos en la vida de los seres humanos en que llega la soledad y el sentimiento de incertidumbre. Parece que estuviéramos en un cuarto oscuro y que para colmo está cerrado con candado y no tenemos la llave para abrirlo.
Mientras uno pasa por tantas experiencias piensa que sería maravilloso dejar de existir, terminar de una vez y por todas, con todo aquello que nos agobia.
A veces es necesario que en nosotros haya una muerte simbólica para que haya una resurrección espiritual.
Es necesario que Dios habite en nuestras vidas y sople de su aliento en nosotros. Es necesario que Él penetre en los rincones más íntimos de nuestro ser y haga los ajustes necesarios para que Su voluntad y propósito se pueda cumplir en nuestras vidas. Que el sople aliento de sabiduría sobre nuestros espíritus para que podamos entender su llamado para con nosotros.
Debemos matar nuestro egoísmo y desesperanza. Hay que exterminar aquellas cosas que nos estorban y nos sacan del propósito de Dios. Tenemos que despojarnos del desespero y la ansiedad. Limpiarnos de toda inmundicia, lavar nuestras ropas en el río de vida que es a través de la sangre purificadora de Cristo Jesús. Necesitamos beber de las aguas limpias y cristalinas que solo se encuentran a través de Su presencia. Tenemos que exclamar de lo más profundo de nuestro corazón: ¡Auxilio, Socórreme Dios!
Es tan importante resucitar a aquellas cosas que son espirituales y que traerán el bienestar y la bendición a nuestras vidas. Es imprescindible que muera nuestro yo egocentrista y todo aquello que nos hace daño y nos mantiene estancados y alejados de las cosas bonitas que el Señor quiere realizar en nuestras vidas y a través de nuestras vidas. Enterrar nuestro pasado doloroso y permitir que sea el puente por donde pasemos a celebrar nuestras victorias. Permitirle al Señor que sane cada herida que nos entristece y mortifica. Reconciliarnos con el presente, perdonarnos a nosotros mismos y a los demás.
Entender que en ese proceso de morir a nosotros, a nuestros deseos, a nuestra carne, nos traerá una resurrección gloriosa y poderosa. Resucitar a esos deseos espirituales, a esas vivencias increíbles que Dios permite cuando sus hijos lo viven y buscan exaltarlo en cada acto de su vida. Que Dios penetre en nuestras vidas es lo mejor que le puede ocurrir a cualquier persona. Porque cuando sabes dentro de tu corazón que lo mejor para tu vida es que se cumpla Su voluntad y Su propósito, tu vida se enfoca. Comienzas a vivir una aventura que te llevará a exclamar ¡Dios que maravilloso eres, simplemente gracias por todo lo que has hecho en mí!
Autor: Brendaliz Avilés
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