jueves, 30 de septiembre de 2010

Reflexión - 40 años en el desierto

40 años en el desierto

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Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que entraron en la tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron al término de la tierra de Canaán.
(Éxodo 16:35 RV2000)
Durante cuarenta años el pueblo de Dios anduvo por el desierto sin poder entrar en la Tierra Prometida. Cuarenta años les tomó acceder a una de las bendiciones más grandes del mundo, toda vez que el viaje en sí mismo era considerablemente más corto.
Habían salido de la esclavitud de Egipto, pero su mentalidad de esclavos no había cambiado mucho. Cuatro décadas tuvieron que estar dando tumbos en el desierto por causa de su terquedad, y muchas veces, desobediencia y altivez.
Quien esto escribe también estuvo hasta hace relativamente poco, dando tumbos y quemándose en las arenas del desierto. El Señor me sacó de la esclavitud de Egipto, es decir me liberó del poder del pecado, cuando aún era muy joven. Durante una buena parte de mi vida estuve buscando un rumbo, intentando servir a Dios a mi modo, haciendo lo que bien me parecía. Equivocado sincero, tal vez, pero equivocado al fin. No soy de esas personas que cuando llega a una iglesia se queda sentado por mucho tiempo sin hacer nada, de modo que cada vez que llegaba a una iglesia, siempre tenía algo que hacer. Unas cosas tal vez las hice muy bien; otras, mejor ni hablar. Asimismo, hay cosas que hice “no tan bien”, y otras, salieron “no tan mal”. Fui maestro de la Escuela Bíblica, director de Música y Alabanzas, secretario, tesorero, entre otras cuantas cosas más. Muchas veces, comencé de nuevo en una iglesia, pero cuando todo parecía ir de parabienes, algo se desequilibraba, algo se salía de control y mi luz y entusiasmo se agotaban, hasta que al cabo de un par de años, una vez más me encontraba dando un portazo y literalmente tirando por la borda todo cuanto había logrado. Una vez más, comenzaba de nuevo en otra iglesia… y la historia volvía a repetirse.
Hace poco más de cinco años, llegué a una iglesia –en la que actualmente me congrego–creyendo que ya Dios no quería saber más nada conmigo, que me había desechado de su lista de siervos. Así es que en esa certeza, me senté en el último banco, no abrí más la boca y tranquilo y en soledad ante la presencia de Dios, oraba y leía mi Biblia, además de prestar atención al sermón, a ver con qué me sorprendía Dios durante cada culto.
Ese fue el momento cuando el viejo hombre por fin, daba el paso al costado y entregaba su derrota y fracaso en las manos de mi amado Señor. Entonces -y sólo entonces- las puertas de los cielos se abrieron y Dios derramó sobre mí esa lluvia de bendición tan esperada. Mi mentalidad de esclavo comenzó a cambiar. El concepto, la imagen que tenía de Dios, también cambió. Mi concepto e imagen de mí mismo, cambió, toda vez que mi altivez, terquedad y arrogancia, se hicieron claramente visibles ante Su Luz y pronto el Señor fue allanando el camino para que esta vez, pudiera servirle y amarle como corresponde.
En octubre, van a hacer 30 años que conocí a Jesús como mi Salvador. Hoy, echando una rápida mirada hacia atrás, al examinar el camino recorrido, puedo ver con claridad que estuve, como lo estuvo muchos años el pueblo de Israel, 25 años de mi vida dando tumbos, quemándome en las arenas de mi propio desierto.
El Señor fue Señor de mi victoria, cuando lo hice Señor de mi derrota. Hoy me siento tomado de su mano y en el camino de mi llamado, sin importar mis errores y aciertos, días brillantes o jornadas negras, mis grandezas o mis miserias.
Amado/a: Si hoy ves que tu ministerio parece no funcionar o haberse estancado; si ves que estás sin un rumbo fijo y que vez tras vez emprendes algo en la certeza de que el Señor te llama y las cosas definitivamente no funcionan, tal vez sea el momento de dar ese paso al costado, e ir en oración a Dios por VISION, CIENCIA y SABIDURIA.
Visión: para ver más allá de lo que tus ojos ven, para leer entre líneas los mensajes.
Ciencia: conocimiento de Quién es Dios y lo que dice su Palabra. Conocer su forma de pensar y sus propósitos para tu vida. Obtener la más absoluta de las certezas de lo mucho que vales cuando vas tomado de la mano de El.
Sabiduría: para saber qué hacer con esa visión y esos conocimientos que Dios ha de poner en tu corazón y poder discernir con certeza y sin dudas Su Soberana Voluntad para tu vida.
Por último, tal vez haya llegado el momento de sentarse un tiempito muy calladito en el último banco, permanecer en oración y, lejos del fragor de la batalla, pedirle a Dios que te sorprenda con lo que El tiene para decirte. Hoy, aún continúo sentándome en el último banco del templo durante cada culto al que asisto.

¡No vas a poder creer lo que se siente cuando tú desde tu asiento y el pastor que da el sermón desde el púlpito, leyendo exactamente la misma porción de las Escrituras, Dios comienza a revelarte cosas sobre tu vida !


Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

(Mateo 16:17 RV2000)


…el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.

(2 Corintios 3:6 RV60)

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