EN TUS RODILLAS
“He aquí, tú enseñabas a muchos, Y fortalecías las manos débiles; Al que tropezaba enderezaban tus palabras, Y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas”.
Job 4:3-5
Llama mi atención este capítulo y en especial estos versículos, pues estas son palabras que Elifaz le habló a Job cuando estaba pasando aquel momento tan difícil en su vida. Comienza recordándole a Job cómo cuando otros habían pasado por momentos de dificultad él los había ayudado a fortalecer sus manos débiles. También de cómo le había dado palabras que hacían que las personas reflexionaran y enderezaran sus pasos y de cómo esforzaba las rodillas que decaían. Sin embargo también Elifaz desea llevarlo a la reflexión de cómo si Job había hecho todas estas cosas buenas, ahora que llegaba su momento de prueba, se desanimaba y turbaba.
Porque tarde o temprano a todos nos llega el momento en que necesitamos ser auxiliados por Dios en medio del embate de las luchas que estamos atravesando. Pero muchas veces se nos olvidan esas mismas palabras de ánimo que le decíamos a otros cuando atravesamos el dolor. Sabemos que Cristo es el único que tiene la respuesta, pero nos precipitamos queriendo tomar el control en nuestras manos. Es entonces, cuando alguien nos vuelve a recordar lo que decíamos, pero mucho más que eso las promesas de Dios para nuestras vidas.
Hay un coro que dice: “alabar a Dios cuando las cosas te vayan bien, ¡qué bueno es! Alabar a Dios cuando en tu vida no hay problemas, ¡qué cosa buena! Pero yo le alabo desde mi quebranto y ese Cristo Santo se glorifica dentro de mí”. Y creo que eso fue lo que hizo Job aún cuando no lograba entender por qué habían pasado de la noche a la mañana tantas calamidades en su vida. Donde había perdido seres que amaba, bienes materiales, su salud y donde la gente murmuraba o sus amigos no lo comprendían. Pero estoy segura que aún así Job seguía clamando y cuando no podía emitir palabras de su boca porque su agonía era tremenda, él seguía hablando y clamándole a Dios con el corazón.
El secreto para salir victorioso de tu prueba está en la intimidad que tienes con Dios. Prácticamente tienes que vivir una vida de rodillas ante él. Y esto no quiere decir que estés orando arrodillado las 24 horas del día. Esto quiere decir que en tus rodillas está la clave, porque en tus rodillas hay poder. Porque cuando tú oras y clamas a Dios con fe, algo pasa en el mundo espiritual. Porque a través de tu oración, Dios a través de su Espíritu Santo te va mostrando qué está bien y qué está mal. Ni tú ni yo podemos permitir que nuestras rodillas se debiliten. Aún quebrantados, tenemos que seguir peleando nuestras batallas de rodillas. Porque hay cosas en las que Dios solo puede obrar cuando tú se lo permites.
Por eso es que hay ocasiones en las que tienes que guardar silencio, en las que no debemos levantar tus manos, ni mover tus influencias, ni hacer nada, excepto doblar tus rodillas y hablar con Dios en oración. Pero también debes saber que hay respuestas que son positivas y otras en las que Dios dirá: “no” y tienes que confiar en que es lo mejor para ti, aún cuando no comprendas el por qué.
Elifaz, pregunta a Job lo siguiente: “¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos? Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos? (Job 4:6-7). Como queriéndolo hacer recapacitar, como intentando decirle: “no olvides que tu confianza está puesta en Dios y que quienes confían en Dios no serán avergonzados”. Y hoy yo te invito a que recapacites, a que entres al tiempo de Dios. A que no le digas a Dios cuán grande es tu prueba, sino que le digas a tu prueba cuán grande es tu Dios. Desafía tu montaña doblando tus rodillas y yendo en oración. Te aseguro que tu vida será bendecida y recibirás las fuerzas que necesitas para seguir luchando, viviendo y peleando tus batallas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario