jueves, 9 de septiembre de 2010

Más allá de la cancha: Leyenda del tenis comparte a Cristo


Los mejores tenistas del mundo, se enfrentan en el más prestigioso torneo de este deporte: el abierto de Wimbledon.
Hace cincuenta años, Margaret Court se convirtió en la primera mujer australiana en ganar ese torneo. Posteriormente, lo ganó otras dos veces. Pero para ella ganar el Wimbledon no fue nada comparado con lo que le ocurrió después.
Margaret Smith Court fue de las únicas cinco tenistas que ganaron el gran Slam, derrotando a las cuatro mejores, en los abiertos de Australia, Francia y Estados Unidos en un mismo año. Ella logró esa meta en 1970.
“Después todos dijeron que había terminado porque tuve un bebé. Pero decidí alcanzar otra meta y me propuse ser la primera mamá en lograr el número uno del mundo y también lo alcancé!”, comenta Margaret Court, ex tenista profesional.
Mark Stenning, del Salón de la fama del tenis comenta: “Su apodo era “el brazo”. Medía un metro ochenta y podía llegarle a cualquier bola por su buena condición física, como la mayoría de australianos de esa época. Y tenía una tremenda envergadura”.
En total, Margaret, ganó un récord de 62 partidos durante los años sesenta y setenta, en sencillos, dobles y mixtos. Más de lo que había ganado cualquier hombre o mujer en la historia del tenis.
Margaret dice que la vida en el tenis, era emocionante en aquellos días, y que supo desde niña que era un regalo de Dios.
La revista ‘Tenis’ la nombró como una de las 20 mejores jugadoras del siglo veinte.
“Cuando pienso en ella, pienso en una palabra y es la longevidad y el enfoque. Ser rankeada como número uno del mundo siete veces en una década, es algo nunca escuchado”, agrega Mark Stenning.
“Mi fe en Jesucristo significa más que cualquier galardón.”-Margaret Court
Los increíbles logros de Margaret Court en la cancha de tenis la llevaron a la galería de la fama, aquí en Newport, Rhode Island en 1979. Sin embargo, ella afirma que “Su fe en Jesucristo significa más que cualquier galardón.”
“Creo que cualquier jugador estrella o deportista sabe que hay algo más allá de lo que hace”, añade Court.
Margaret dice que antes de ser cristiana, aunque iba a la iglesia cada domingo y oraba, sentía a Dios distante, en algún lugar del cielo.
Fue en una iglesia en Francia dónde se dio cuenta que debía haber algo más: “hablaban en latín y francés, yo sólo logré decir: ‘Dios…no entiendo lo que dicen… pero quiero conocerte más profundamente”, dice Margaret.
Una oración contestada
El año en que ganó el gran Slam, después de que dos amigos (uno en América y otro en Australia) le testificaron, Margaret Smith Court aceptó a Jesucristo como Señor y Salvador: “Así que entregué mi corazón a Cristo, nací de nuevo, y fui llena del Espíritu Santo. El poder de Dios me golpeó y tuve una experiencia real que nunca perdí”.
Ella desea que todos los tenistas tuvieran la misma experiencia: “Sé que cuando muera iré a casa, para estar con el señor. Les pregunto: ‘¿Les gustaría eso a ustedes? Pueden tenerlo. Y les digo: ‘repitan esta oración conmigo porque quiero verlos en el cielo. Podrán estar allí conmigo’. Así de simple”. A través de esa simple oración, cientos de personas entregaron sus corazones a Cristo”.
Margaret, quien ahora tiene 67 años y fue uno de los oradores en el Congreso Global del Espíritu Santo, comenta que siempre ha sentido el poder de Dios en su vida, y que éste es el lenguaje celestial que la cambió.
Ella dice: “Pienso en ministrar a otros, porque hay una fuerte unción sanadora en nuestro ministerio.”
Una vida para ministrar
Cuando no está en el extranjero, Margaret Court ministra en el Centro Vida Victoriosa, en Perth, Australia Occidental.
Ella ve este capítulo de su vida como un reto mayor que los años que vivió en la cumbre del Circuito de Tenis.
Court desea ser recordada por llevar a las personas a saber quiénes son en Cristo: “Los jóvenes vienen con sus vidas desordenadas, y luego puede ver la palabra de Dios y al Espíritu Santo cambiándolos. Para mí eso es más emocionante que ganar Wimbledon”.
Margaret Court es una mujer que sabe que la verdadera victoria no se logra al final de un partido, sino al final de la vida, cuando Jesús diga: “Bien, buen siervo fiel”.
Fuente: cbn.com

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