jueves, 30 de septiembre de 2010

Basta una samaritana para convertir una ciudad

 
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?. Juan 4:28,29
Lo que no habían hecho los discípulos escogidos, los colaborados más intimos y especiales del Salvador —Pedro, Andrés, Felipe, Natanael…— lo hizo una mujer de corazón valiente, una mujer extranjera que apenas acababa de conocer a Jesús. Lo que ellos habían mantenido en secreto, esta mujer lo publicó inmediatamente. Y, lo que es aún más admirable, en lugar de las burlas, la indiferencia o la hostilidad que cabía esperar, los habitantes de Sicar prestaron oído al relato emocionante de la pecadora; se habían sentido ganados por la sinceridad de su cristianismo y ahora la pequeña ciudad se trasladaba en bloque para ver a Jesús.
Dios tiene necesidad de nosotros. Basta una samaritana para convertir una ciudad. Pero Dios necesita a esa samaritana. No lo puede hacer sin ella. A Dios le hacen falta los apóstoles para difundir el evangelio en el mundo. Esos apóstoles son los padres en el hogar, el estudiante en el colegio, el aprendiz en la fábrica, la costurera en su taller, el empleado en su oficina. Es ese cristiano que habla, que escribe, que lee, para contarle al mundo la alegría, el gozo y la paz que ha encontrado en Jesús. Es el cristiano que enseña a los demás a ilusionarse por el bien. Es el cristiano que hace a los demás amar a Jesucristo a través de su conducta limpia, por encima de todas las cosas. Es el medio más eficaz para evangelizar al mundo.
Dios te llama hoy para ser su instrumento, como la samaritana, en la evangelízación de un mundo perdido. Te necesita para restablecer la paz entre los hombres y para conducirlos de nuevo hacia Dios. El Señor te ha asignado un lugar especial en su viña. Nadie más puede ocupar tu lugar. Eres una persona única; no hay otra como tú. Nadie más puede realizar tu tarea ni ocupar tu lugar. Usa los dones que el Señor te ha dado. Haz la obra del Señor según tus talentos y tus circunstancias.
Como la samaritana, abre las compuertas de tu corazón, deja que se desborde tu vida cristiana, tu testimonio, tu gozo, tu salvación. Pon de cabeza a tu ciudad, crea un impacto cada día dondequiera que te encuentres, revoluciona tu vecindario, haz popular a Jesús. Que él sea el tema de conversación, dondequiera que vayas. Deja brillar tu luz.

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