Esto es lo que concluye un estudio sobre actividad cerebral publicado en la revista ´Psychological Science´.
El objetivo de esta investigación era analizar la influencia de las creencias religiosas a la hora de afrontar determinadas situaciones. Para ello, los investigadores analizaron las ondas cerebrales de un grupo de personas mientras escribían sobre religión y completaban un ejercicio informatizado relacionado con Dios.
De este modo, observaron que cuando se piensa en Dios disminuye la actividad cerebral de las áreas de la corteza cingulada anterior (ACC, en sus siglas en inglés), asociada a la regulación de algunos estados anímicos, como la excitación, que también se activa cuando las cosas van mal o cometemos errores.
Además, y como ha explicado Michael Inzlicht, coautor de la investigación, observaron que las personas ateas reaccionaron de forma diferente, ya que su región cerebral analizada presentó incluso más actividad. Por ello, sugiere que "para la gente religiosa pensar en Dios puede proporcionar una forma de ordenar el mundo y explicar lo que pasa que le ayuda a reducir sus sentimientos de angustia".
En cambio, añade, "para los ateos, pensar en Dios puede provocar todo lo contrario y causar incluso más angustia".
Esto puede ayudar a la hora de entender algunas cuestiones relacionadas con las personas que son muy religiosas, como que viven más tiempo o "tienden a ser más felices y estar más sanas". No obstante, anima a los ateos a no desesperarse ya que "tal vez les va mejor pensar en sus propias creencias", dice.
Agnósticos y ateos pensarán que quienes creen es porque esto reduce su angustia; mientras que los creyentes, al menos los cristianos, responderán que al fin y al cabo esto es lo que dice Dios en la Biblia, que “el justo por la fe vivirá” y que “Dios es galardonador de los que le buscan”. ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina. Ustedes mismos.
El objetivo de esta investigación era analizar la influencia de las creencias religiosas a la hora de afrontar determinadas situaciones. Para ello, los investigadores analizaron las ondas cerebrales de un grupo de personas mientras escribían sobre religión y completaban un ejercicio informatizado relacionado con Dios.
De este modo, observaron que cuando se piensa en Dios disminuye la actividad cerebral de las áreas de la corteza cingulada anterior (ACC, en sus siglas en inglés), asociada a la regulación de algunos estados anímicos, como la excitación, que también se activa cuando las cosas van mal o cometemos errores.
Además, y como ha explicado Michael Inzlicht, coautor de la investigación, observaron que las personas ateas reaccionaron de forma diferente, ya que su región cerebral analizada presentó incluso más actividad. Por ello, sugiere que "para la gente religiosa pensar en Dios puede proporcionar una forma de ordenar el mundo y explicar lo que pasa que le ayuda a reducir sus sentimientos de angustia".
En cambio, añade, "para los ateos, pensar en Dios puede provocar todo lo contrario y causar incluso más angustia".
Esto puede ayudar a la hora de entender algunas cuestiones relacionadas con las personas que son muy religiosas, como que viven más tiempo o "tienden a ser más felices y estar más sanas". No obstante, anima a los ateos a no desesperarse ya que "tal vez les va mejor pensar en sus propias creencias", dice.
Agnósticos y ateos pensarán que quienes creen es porque esto reduce su angustia; mientras que los creyentes, al menos los cristianos, responderán que al fin y al cabo esto es lo que dice Dios en la Biblia, que “el justo por la fe vivirá” y que “Dios es galardonador de los que le buscan”. ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina. Ustedes mismos.
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